Desafíos del transporte público en regiones

Asociación de Empresas Consultoras de Ingeniería de Chile A.G

Por Gabriel Montero – Director AIC

En materia de transporte público Chile tiene dos realidades muy distintas: Santiago y el resto del país. Recordamos vívidamente los dolores del cambio de los buses amarillos a Transantiago, ahora RED, pero desde entonces un proceso paulatino de mejora ha puesto al transporte público de la capital en una posición de liderazgo. El sistema integra más de 7000 buses buses, 6 líneas de metro y un tren de cercanías, cuenta con un medio de pago único e integrado y con la mayor flota de buses eléctricos del mundo, fuera de China. Aún hay problemas, como la porfiada evasión, pero ya ha superado varios dolores del crecimiento.

En el resto del país, sin embargo, la situación es muy distinta. No existe integración entre buses ni con otros modos de transporte. La flota es antigua y hoy, salvo contadas excepciones, no hay buses eléctricos operando. Los conductores enfrentan condiciones laborales deficientes y son mal evaluados por el público, al igual que la calidad del servicio en general. En buena parte de las ciudades los buses pierden terreno frente a los taxis colectivos, de mucha menor eficiencia.

La deuda con el transporte público de regiones es grande, aunque en las últimas administraciones se ha comenzado a enfrentar. Se han incorporado formas básicas de regulación en varias ciudades del país, se ha comenzado a medir las variables de calidad y se está impulsando mecanismos para renovar la flota e incorporar buses eléctricos. Pero todavía falta mucho por hacer.

El desarrollo decidido de infraestructura prioritaria para buses y la mejora de las condiciones de circulación es posiblemente un primer paso clave. En muchas ciudades del país los empresarios se ven impedidos de mejorar su servicio por el mal estado de las calles, los estacionamientos en lugares prohibidos, el abuso de resaltos y otros. La implementación de pistas sólo bus (con fiscalización) y los corredores han demostrado su impacto positivo en frecuencias, tiempos de viaje y calidad del viaje en general y es tiempo de desarrollarlos en forma masiva en Chile.

Por otro lado, una serie de posibles mejoras se entrampan en una estructura industrial inadecuada para la actividad, basado en líneas que agrupan a propietarios menores, pero que no logran una coordinación adecuada de la operación ni de las inversiones necesarias. Se trata de un paso delicado, pues debe encontrar el rol de los operadores actuales en esquemas mejorados, pero sin ello será muy difícil lograr mejoras de alto impacto.

El uso de un medio pago único y la integración tarifaria entre líneas de buses y con otros modos es otro paso que debiera impulsarse con decisión por parte de la autoridad y los operadores, así como la entrega decidida de subsidios que, además, sean contingentes a la calidad del servicio prestado.

Finalmente, parece necesario un impulso aún más decidido en el desarrollo de la electromovilidad. Se han dictado resoluciones e impulsado algunos proyectos, pero en Santiago se ha demostrado que se puede avanzar a mucha mayor velocidad.

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